La existencia de minerales alienígenas en la Luna era una posibilidad hasta ahora descartada por los investigadores. Y es que nuestro satélite particular está lleno de montañas, cráteres y otras formaciones que hacen que el paisaje lunar sea una superficie realmente interesante para su estudio.
Si queremos ahondar un poco más en la historia de la Luna, necesitamos conocer cómo se formaron dichos cráteres. Con este objetivo, desde hace años los investigadores tratan de trazar el origen de los más de cinco mil cráteres existentes sobre la superficie lunar.
Lo que sabíamos hasta ahora es que los cráteres de la Luna se habían formado como consecuencia del choque de asteroides hace millones de años. En el centro de estos cráteres se suelen encontrar dos tipos de minerales, conocidos como olivina y espinela, que por contra, raramente están presentes en el resto de la superficie de la Luna. ¿De dónde procedían? ¿Son minerales alienígenas?
En el pasado, los científicos pensaban que tras el impacto de asteroides contra la Luna, el material de estos se había evaporado, pero que la velocidad del choque podría haber sido suficiente para provocar la expulsión de materiales del subsuelo lunar, descartando por tanto la hipótesis de que sobre la Luna quedaran minerales alienígenas. Sin embargo, una investigación realizada por un equipo de científicos de China y Estados Unidos, y publicada en Nature Geoscience, parece contradecir estas teorías.
La realización de simulaciones virtuales sobre los choques de rocas gigantes contra la Luna han permitido confirmar que los impactos de asteroides contra la superficie lunar que se hubieran producido a una velocidad de 12 kilómetros por segundo no podrían haber sido capaces de provocar la expulsión de materiales del subsuelo lunar, como la olivina o la espinela.
Esta nueva investigación apunta que los materiales presentes en los cráteres de la superficie lunar podrían ser minerales alienígenas. Jay Melosh, coautor del estudio e investigador de la Purdue University en Indiana, confirma que sus resultados no hacen sino mostrar que la formación de cráteres pequeños, como Copérnico, no tenían el tamaño adecuado como para que el impacto preliminar a su formación fuera suficiente para expulsar minerales del interior de la Luna.
Melosh también advierte a los investigadores que el resultado publicado en Nature Geoscience establece límites sobre el estudio del interior de la Luna. Si los materiales que se encuentran en el centro de los cráteres son minerales alienígenas, su estudio no podría extrapolarse a la composición del subsuelo lunar, como se hacía hasta ahora.
Este trabajo abre por tanto nuevos interrogantes sobre la formación y composición de los cráteres de la superficie de la Luna. Conocer el pasado de nuestro satélite natural sigue siendo todo un reto fascinante para los científicos, y este estudio aporta cuestiones novedosas que nos ayudarán a saber más acerca de la historia lunar.
¿Qué hay de cierto científicamente en Jurassic Park?

Una de las películas que marcó nuestra infancia y adolescencia fue, sin lugar a dudas, Jurassic Park. La obra de Michael Crichton, llevada al cine por Steven Spielberg en 1993, fue una de las más exitosas y taquilleras de todos los tiempos.
Sin duda, la recreación de un mundo inimaginable para nosotros, poblado por dinosaurios, hizo que muchos sintiéramos una extraña mezcla de fascinación y miedo al ver la película. Ahora, cuando se cumplen dos décadas de su estreno, es bueno repasar el guión de Jurassic Park desde un punto de vista científico.
Los dinosaurios no eran del Jurásico
Quizás este sea uno de los errores más graves de la película. El protagonista indiscutible del filme es el tiranosaurio rex (T. rex), una especie de dinosaurio que sin embargo no existía en el Jurásico. Como bien reseñaban en Naukas hace tiempo, aunque existían dinosaurios de la familia de los tiranosaurios, estos eran ejemplares carnívoros pequeños, al medir entre 1,4 y 9 metros de longitud.
Pero no solo se da este error de bulto en Jurassic Park. Quizás hubiera sido mejor idea cambiar el título a Parque Cretácico, ya que, por ejemplo, también el velociraptor o el triceratops pertenecieron al Cretácico, y no al Jurásico, como alude la película.
¿Qué hizo InGen con el ADN?
El pilar fundamental de la película Jurassic Park está en la obtención del ADN nuclear de los dinosaurios. El inicio del filme cuenta el trabajo de la empresa ficticia de biotecnología InGen, que consiguió extraer y copiar ADN de dinosaurios existente en la materia fósil presente en unos mosquitos prehistóricos, que a su vez se encontraban conservados en ámbar. Estos mosquitos debían haber picado en su momento a los dinosaurios, alimentándose de su sangre.
¿Sería posible la clonación del material genético de manera tan sencilla? Rotundamente, no. Por una parte, sabemos que los dinosaurios vivieron aproximadamente entre 230 y 65 millones de años atrás. El ADN no dura tanto. Hoy en día los científicos estiman que la molécula que porta nuestra información genética puede mantenerse estable durante un periodo largo, en torno a los 10.000 años, cifra que no se acerca ni por asomo a la era en que vivieron los dinosaurios.
Pero si complicado es preservar este material genético, más lo es si está incompleto, tal y como cuentan en Jurassic Park. En los experimentos que se realizan, los científicos completan el genoma nuclear hallado de los dinosaurios con piezas de ADN procedentes del genoma de...¡¡ranas!! El objetivo era reponer aquellas partes del material genético original que hubieran sido dañadas por el paso del tiempo. Pero, ¿es posible mezclar el ADN de especies tan diferentes? ¿Y por qué los dinosaurios se habían reproducido, si en principio solo se crearían ejemplares hembra, para que no fueran capaces de procrear?
Como analizaron en la revista Cell, el trabajo de InGen durante la película resulta bastante intrigante desde un punto de vista científico. Por una parte, hubiera sido más lógico utilizar secuencias genéticas de especies más relacionadas evolutivamente con los dinosaurios que las ranas, como por ejemplo las aves.
Pero por otra parte, también resulta intrigante analizar la no esterilidad de los animales. Lo que concluye el paleontólogo Alan Grant en Jurassic Park es que los dinosaurios, de alguna manera, han adquirido la capacidad de cambiar de sexo, de forma que aunque la idea inicial de los científicos fuera reconstruir solo ejemplares hembra, lo cierto es que existían machos, ya que de otra manera no podría explicarse la repoblación del parque.
Grant piensa que el uso del ADN procedente de ranas podría haber facilitado este cambio. Pero como explican en Cell, esto permite descartar el uso de especies como Xenopus laevis o Xenopus tropicalis como fuentes de las que obtener material genético. Aunque se especula sobre si la procedencia del ADN podría estar en una especie de rana africana, este aspecto es bastante discutible científicamente.
Dado que existe una proporción importante de reptiles en la que la determinación del sexo no depende de factores genéticos, o mejor dicho, está fuertemente influenciada por condiciones ambientales (como la temperatura), esta razón podría ser una explicación mejor a la extraña superpoblación de la isla por dinosaurios. Quizás en los laboratorios de InGen pudo haber algún error científico por parte de los investigadores, ya que podrían haber puesto huevos de dinosaurios a la temperatura equivocada. Esta podría ser una explicación más lógica que el mero uso de ADN de rana.
La lisina: el extraño plan de contingencia
Uno de los planes de emergencia planteados en la película choca directamente con la bioquímica. La idea del Dr. Wu se basa en que "los animales están diseñados genéticamente para que no puedan elaborar lisina, y deban ingerirla del exterior". De este modo, según esta medida, si no obtienen una fuente dietética rica en lisina exógena, los dinosaurios morirían.
¿Qué es la lisina? ¿Puede utilizarse en los términos planteados por Jurassic Park? Este aminoácido es un componente de las proteínas, y forma parte de la conocida lista de los diez aminoácidos esenciales. Es decir, los vertebrados son incapaces de sintetizarlos bioquímicamente, por lo que necesitan obtener estos aminoácidos (también la lisina) de la dieta.
En particular, en el caso de la lisina, hoy sabemos que puede ser biosintetizada por diversas rutas metabólicas de bacterias y plantas (a través del ácido diaminopimélico) y de buena parte de los hongos superiores (mediante el ácido α-aminoadípico). Es decir, es imposible que los dinosaurios fueran diseñados para que no produjeran lisina, porque sencillamente, no pueden.
Estos son algunos de los errores científicos y cuestiones que deja en el aire Jurassic Park. Aunque a día de hoy la película sigue siendo un verdadero clásico, lo cierto es que pega varios patinazos en materia de ciencia que no deberíamos olvidar.
¿Cómo hace el cerebro para reconocer voces?

Un estudio de la Universidad de Glasgow nos aclara un poco más el misterio sobre cómo hace el cerebro para reconocer voces. A primera vista, dependiendo de las diferentes cualidades, tales como el tono, la intensidad o el timbre, podríamos pensar que existe algún tipo de truco en nuestro sistema nervioso que nos permita identificar a una persona por su voz.
El reconocimiento de voz es sin duda una tecnología emergente en comunicación y seguridad. Cada día se plantean nuevos avances que permitan en un futuro usar este sistema de identificación, de manera similar a lo que ya ocurre, por ejemplo, en el reconocimiento facial.
¿Pero qué estrategias utiliza nuestro cerebro para reconocer voces? Quizás, si somos capaces de entender cómo funciona el mecanismo de detección vocal en la naturaleza, podamos implementar nuevas y mejores tecnologías en el futuro, al estilo de lo que ya ocurre con el reconocimiento facial.
Por ello, la investigación realizada por el equipo de Pascal Belin, y publicada en Current Biology resulta de tremenda importancia. Lo que consiguieron fue sentar las primeras bases neurológicas sobre cómo funciona el cerebro para reconocer voces.
En particular, según este estudio, la identificación de una determinada voz se realiza en nuestra cabeza mediante su descodificación en dos prototipos de voces, uno masculino y otro femenino. Igual que ocurre en el reconocimiento facial, el cerebro emplea un promedio entre las voces que oye, con el objetivo de identificarlas.
En el caso de que una determinada voz esté muy alejada del promedio habitual que escucha el paciente, su actividad neuronal se disparará, y esto puede ser seguido a través la técnica conocida como imagen por resonancia magnética (MRI).
Gracias a este hallazgo, hoy sabemos el truco que emplea el cerebro para reconocer voces. En lugar de ir memorizando tono a tono en nuestra cabeza, lo que en realidad se hace es un estudio con el promedio de voces que hayamos podido oír, de forma que nos resulte más fácil la identificación de una persona a través de su voz.
Su trabajo deja abiertos varios interrogantes de interés: ¿cómo se almacenan estas voces en nuestra cabeza? ¿Tenemos un promedio del total de voces que hayamos podido oír a lo largo de los años? Preguntas que no hacen sino promover el desarrollo de las técnicas de reconocimiento, que sin duda marcarán un antes y un después en la ciencia y la tecnología.
Fuente alt1040.com
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