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martes, 20 de septiembre de 2011

Inteligencia artificial para anticiparse a los accidentes aéreos


Un grupo de científicos del MIT, con participación española, ha desarrollado una técnica para analizar las cajas negras de los aviones en busca de anomalías que puedan desencadenar en accidentes. La nueva estrategia propuesta por los científicos utiliza técnicas típicas del campo de la inteligencia artificial para intentar predecir las cadenas de fallos que suelen desembocar en accidentes aéreos.
Utilizando técnicas de análisis de datos como el clustering o el análisis en componentes principales, estos investigadores han propuesto un giro en la filosofía que hasta ahora regía los análisis de las cajas negras de los aviones en busca de información que pudiera ayudar a mejorar la seguridad de éstos. Como ha explicado a Muy Interesante uno de los autores de la investigación, Rafael Palacios, investigador del MIT perteneciente al Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas, "tradicionalmente se hacía un análisis muy exhaustivo cada vez que había un accidente de avión, lo que implicaba muchísimo dinero y muchísimo tiempo, pero realmente en los niveles de seguridad en los que se encuentra ahora la navegación aérea comercial, analizando accidentes es difícil mejorar mucho más. Por ello hemos planteado un cambio de estrategia en el que queremos detectar posibles problemas antes de que ocurra el accidente".
De forma rutinaria, y una vez que el avión ha aterrizado, las líneas aéreas recogen información de las cajas negras, ya sea de cada vuelo, o de varios vuelos a la vez. Según explica el investigador, éste análisis que se hace ahora mismo no es muy útil. "Lo que hemos hecho nosotros es desarrollar las técnicas que permiten analizar todos esos datos de vuelos que han ocurrido y detectar pequeños problemas que haya podido haber, tanto problemas mecánicos como problemas en la manera de manejar una situación por parte de los pilotos. Ninguna de esas cosas por sí solas podría dar lugar a un accidente, pero cuando se encadenan varios fallos puede haber un accidente", ha explicado Palacios.
El objetivo, la nueva filosofía en la búsqueda de anomalías registradas por las cajas negras, consiste en prevenir, en lugar de intentar corregir a posteriori. "Lo que pretendemos es detectar todos los potenciales fallos, que se llaman precursores de accidente, que ninguno de ellos en sí mismos es grave, pero queremos saber cuáles son y detectarlos con antelación para tenerlos en cuenta y evitar que se den las condiciones que al final desencadenan en un accidente real".
El equipo de investigadores ha podido analizar la capacidad de detección de esta nueva técnica en los modelos de Boeing 777 de una compañía aérea que se prestó a colaborar. Los resultados obtenidos fueron supervisados por expertos, confirmando que se trataba de anomalías reales. El siguiente paso corresponde ahora a la implantación del sistema por parte de las compañías aéreas. "Todas están interesadas en mejorar su seguridad, pero también es verdad que tienen que cuidar su imagen y que se dan los datos con contratos de confidencialidad, etcétera, para que no salgan conclusiones a la luz que puedan ser malinterpretadas. Por otro lado es normal que los comités de empresa o los pilotos puedan sentir ciertas reticencias a que se analicen detalladamente las maniobras que están haciendo", apunta Palacios. En Estados Unidos, la administración está intentando potenciar la implantación de esta nueva técnica de análisis.

Baterías de gelatina, las sucesoras del litio 


Una nueva tecnología basada en un polímero de gelatina podría sustituir a las actuales baterías de ión litio. Estas baterías de gel resuelven algunos de los problemas del litio, como su alto coste, la facilidad para sobrecalentarse hasta el punto de poder explotar, limitado tiempo de vida útil. El invento ha sido desarrollado por científicos de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, que esperan que su ingenio derive en la creación de aparatos electrónicos más pequeños, eficaces y seguros. Actualmente, gran parte de los ordenadores portátiles, teléfonos móviles y otros muchos dispositivos eléctricos utilizan baterías basadas en un volátil y en ocasiones peligroso electrolito: el litio. El objetivo de los científicos era superar los problemas y limitaciones de este material y en su búsqueda han conseguido que sus baterías de gelatina realicen el mismo trabajo por un precio entre el 10 y el 20 por ciento menor que el de las de litio.
Esta tecnología, desarrollada fundamentalmente por el profesor Ian Ward, se basa en la mezcla de un polímero parecido a la goma con un líquido electrolito en una capa fina y flexible de gel que se sitúa entre los electrodos de la batería. "El gel de polímero se parece a una película sólida, pero en realidad contiene un 70% electrolito líquido", explica el profesor Ward. "Está hecho con los mismos principios con los que se hace una gelatina: se añade un montón de agua caliente a la gelatina (en este caso es una mezcla del polímero y de electrolitos) y cuando se enfría y reposa forma una masa sólida, pero flexible". Además de ser seguras y tolerantes a los daños, las células obtenidas son adaptables para adaptarse a la geometría de prácticamente cualquier dispositivo, lo que las hace mucho más versátiles.

Descubren una nueva forma de prevenir la artritis 

Un nuevo estudio del MIT sugiere que un medicamento utilizado actualmente para tratar enfermedades inflamatorias o la artritis reumatoide, podría ser usado también para prevenir el desarrollo de osteoartritis. El tratamiento se ha demostrado útil si se administra poco después de la lesión articular con riesgo de originar esta artritis. La osteoartritis es una enfermedad de las articulaciones que consiste en el desgaste de los cartílagos. Esto impide que los golpes y movimientos sean amortiguados a nivel articular, los huesos se rozan y esto se traduce en dolor, hinchazón y reducción de movimiento de la articulación. Se trata de la variedad más común de artritis, y se diferencia de otros tipos porque afecta exclusivamente al hueso y no a otros órganos simultáneamente.
Un gran porcentaje de los enfermos de artritis, desarrollan la dolencia por causa de una lesión articular previa, que provoca el deterioro del cartílago y que con el tiempo degenera en esta enfermedad. El tratamiento habitual para la mayoría de estas lesiones es la administración de anti-inflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno para, meses después, realizar una intervención quirúrgica.
Un equipo de investigadores del MIT ha experimentado con el tejido de cartílagos humanos y bovinos. Dañado el tejido, se le han administrado unas proteínas llamadas citoquinas para provocar la inflamación. Las citoquinas, una sustancia que suele generarse tras la lesión, aceleran la degradación del cartílago. En los tejidos tratados inmediatamente con dexametasona, un anti-inflamatorio sintético semejante a los esteroides, la degradación del cartílago se detiene. El tratamiento también ha demostrado funcionar cuando se les administra uno o dos días después de la lesión, lo cual es importante porque las personas que sufren lesiones en las articulaciones no suelen acudir a un médico de inmediato.
Los científicos todavía desconocen si la dexametasona podría reparar los daños una vez han aparecido en el cartílago, pero sus estudios futuros estarán orientados a descubrirlo. También, según explica Alan Grodzinsky, uno de los autores y director del Centro para la Ingeniería Biomédica del MIT, están investigando las posibilidades de estos efectos protectores de la dexametasona.

Una enredadera para obtener energía solar 


Una empresa estaodunidense ha desarrollado un sistema de receptores fotovoltaicos con la apariencia de una planta trepadora. El objetivo que persigue esta iniciativa es el de integrar las energías renovables reduciendo su impacto visual. Esta enredadera artificial transforma en electricidad la energía del sol al tiempo que puede adornar la fachada de una vivienda o hacer las veces de anuncio publicitario en cualquier muro, adaptándose a casi cualquier edificación. Solar Ivy es el nombre que la empresa neoyorkina Smit ha elegido para este sistema fotovoltaico. Se trata de unas hojas flexibles que actúan como los paneles solares, aunque considerablemente más pequeñas, versátiles, y estéticas. Estas hojas combinan tecnología fotovoltaica y piezoeléctrica. Están disponibles en diversos colores y van instaladas sobre una malla metálica de cable de acero inoxidable, en la que se pueden disponer cientos de ellas en la densidad y con la distribución que se prefiera.
El coste de cada hoja ronda los 13 euros, aunque depende del tipo de células elegidas. Unas, orgánicas, están fabricadas con materiales reciclables y libres de tóxicos; otra posibilidad son las CIGS, compuestas de un material semiconductor muy común en células fotovoltaicas, más eficientes y con una durabilidad de 15 años. Una tercera opción son las hojas compuestas por silicio amorfo, estas están por encima de los 16 euros. Cada hoja fotovoltaica, con un peso cercano a los 250 gramos, produce entre 0,5 y cuatro vatios de electricidad cada hora, dependiendo de la cantidad de horas de sol.

Fuente muyinteresante.es 

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